Me llamó mucho la atención el hombre que leía libros en la calle. Este hombre está hundido en la pobreza y en la miseria. Cada día lo observo cuidadosamente. Sobrevive alimentándose de libros mientras el Sol muere y vuelve el día siguiente a nacer. Ese mismo día, pude ver el color crema de sus ojos cuando levantó la cabeza, pude también oler el aroma que desprendía ese libro con grandes páginas y pude observar su carné de biblioteca acariciada por esas manos tristes y abatidas por la soledad. Quizás me equivoco, y este hombre por el cual os hablo era feliz. Feliz porque sus ojos crema pudieron leer esas diminutas palabras a lo largo de esa página por el cual ya había girado, feliz por tener ese libro en sus manos llenas de diminutas estrellas de vida... Feliz por esos 17 minutos que una vez más, pudo saborear y sobrevivir con dulzura.
Y tal vez, pudo ver nacer y morir el Sol 17 veces y nadie lo supo desde entonces...*